El segundo domingo de agosto cada año, el Señor de la Expiración es llevado en hombros por las calles de Guadalupe, tradición que data de hace décadas.
Dentro de las tradiciones religiosas que existen en Nuevo León hay una que destaca por todo lo que conlleva, me refiero a la Procesión del Señor de la Expiración, realizada en el municipio de Guadalupe.
La devoción por este Cristo data de 1715 aproximadamente, según investigaciones del entrañable historiador guadalupense Israel Cavazos y del mismísimo Dr. José Eleuterio González «Gonzalitos», quien también fue historiador.
El origen del Señor de la Expiración es casi un misterio, no está documentado cómo o quién hizo la figura, solo hay una leyenda.
Esta historia, relatada por Cavazos, indica que una mañana se escuchó sonar la campana del pequeño templo del pueblo de Guadalupe y los habitantes se asomaron y no vieron a persona alguna sonando dicha campana.
Al acercarse al lugar vieron que quien la sonaba era un burro, quien la jalaba con los dientes de manera desesperada.
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Este animalito traía sobre sí a una representación de Jesucristo de un realismo notable, el cual destacaba por ser moreno.
De inmediato los pobladores lo adoptaron como su Santo Patrono y lo colocaron en el templo, llamándolo el Señor de la Expiración.
El fervor por el Señor de la Expiración creció y se mantuvo vivo de generación en generación.
Al ser Guadalupe en un principio un pueblo agrícola, los habitantes sacaban en hombros al Cristo para pedirle lluvia en tiempos de sequía… y sí, sí llovía.
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Así, la procesión se hizo tradición y cada segundo domingo de agosto el Señor de la Expiración recorre las calles del centro del municipio.
Se dice que es común que cuando se realiza la procesión llueve aunque sea un poco, siendo este uno de los puntos más interesantes de esta tradición.
Matlachines, «viejos de la danza» y fervor religioso son algunos de los elementos de esta gran tradición.
